Eres niña y a la vez eres mujer. Aunque hace mucho cambiaste las muñecas por libros, te veo jugar ahora. Sé que lo haces. Y me gusta. Me gusta verte jugar. Con tu cabello, con tus manos, conmigo. No lo niegues, sé que te gusta jugar conmigo.
Tienes tantas ganas de aprender de la vida como tantas son las ganas que tengo yo de enseñarte. De enseñarte lo hermoso que puede ser este mundo. Este mundo lejos de lo cotidiano, lejos de la rutina, lejos de la mediocridad y del conformismo que oprime a diario.

A veces te veo de reojo. A veces me das miedo. Eres tan joven y tienes tantos deseos de vivir que me pongo a pensar en lo que serias capaz por realizar tus sueños. ¿Serias capaz de destrozar los sueños de otro? ¿Serias? No lo sé. Y es esa incertidumbre la que me aterra.

Me gustas, y lo sabes. Pero no te dejes engañar. Ya hace mucho tiempo deje de ser un mocoso. Ya me engañaron, ya me rompieron el corazón. Han hecho de mí en estos 27 años de vida tantas cosas, que debería estar inmune a todo esto. Pero solamente, el hecho de tenerte frente a mí me hace querer mas, mas de ti, mas de la vida.

Pienso en ti como en un cuaderno en blanco. Como hojas vacías en las cuales hay tanto por escribir, tanto por dibujar. Te doy un consejo, uno gratis solo para ti. Aunque no parezca, tu edad es la mejor de todas. Es aquella en la cual descubres el mundo por primera vez. Donde descubres el terrible ardor del tequila, las variedades incontables de cebiches que existen, el celestial sabor de la bruselina.

Aun quedan tantas cosas por descubrir, cada día, cada minuto. No te cierres a nada. Se una esponja. Absorbe todas las experiencias a tu alrededor y elimina aquellas que son negativas para tu alma. Sonríe. Eso. Sonríe. Tienes una sonrisa tan bella que seria un delito negarle al mundo la dicha de ver aquel precioso marco a la obra maestra de tu rostro.